sábado, 13 de noviembre de 2010

POEMAS DE JORGE GUILLEN

GUILLEN

LOS NOMBRES

Albor. El horizonte
entreabre sus pestañas,
y empieza a ver. ¿Qué? Nombres.
Están sobre la pátina

de las cosas. La rosa
se llama todavía
hoy rosa, y la memoria
de su tránsito, prisa.

Prisa de vivir más.
A lo largo amor nos alce
esa pujanza agraz
del Instante, tan ágil

que en llegando a su meta
corre a imponer Después.
Alerta, alerta, alerta,
yo seré, yo seré.

¿Y las rosas? Pestañas
cerradas: horizonte
final. ¿Acaso nada?
Pero quedan los nombres.

clip_image001

ARS VIVIENDI

Presentes sucesiones de difuntos

QUEVEDO

Pasa el tiempo y suspiro porque paso,
aunque yo quede en mí, que sabe y cuenta,
y no con el reloj, su marcha lenta
—nunca es la mía— bajo el cielo raso.

Calculo, sé, suspiro —no soy caso
de excepción— y a esta altura, los setenta,
mi afán del día no se desalienta,
a pesar de ser frágil lo que amaso.

Ay, Dios mío, me sé mortal de veras.
Pero mortalidad no es el instante
que al fin me privará de mi corriente.

Estas horas no son las postrimeras,
y mientras haya vida por delante,
serás mis sucesiones de viviente.

clip_image001[1]

BEATO SILLÓN

¡Beato sillón! La casa
corrobora su presencia
con la vaga intermitencia
de su invocación en masa
a la memoria. No pasa
nada. Los ojos no ven,
saben. El mundo está bien
hecho. El instante lo exalta
a marea, de tan alta,
de tan alta, sin vaivén.

clip_image001[2]

YA SE ACORTAN LAS TARDES

Ya se acortan las tardes, ya el poniente
Nos descubre los más hermosos cielos,
Maya sobre las apariencias velos
Pone, dispone, claros a la mente.

Ningún engaño en sombra ni en penumbra,
Que a los ojos encantan con matices
Fugitivos, instantes muy felices
De pasar frente al sol que los alumbra.

Nos seduce este cielo de tal vida,
El curso de la gran Naturaleza
Que acorta la jornada, no perdida
Si hacia la luz erguimos la cabeza.

Siempre ayuda la calma de esta hora,
Lenta en su inclinación hasta lo oscuro,
Y se percibe un ritmo sobre el muro
Que postrero fulgor ahora dora.

Este poniente sin melancolía
Nos sume en el gran orden que nos salva,
Preparación para alcanzar el alba,
También serena aunque mortal el día.

clip_image001[3]

DEL TRANSCURSO

Miro hacia atrás, hacia los años, lejos,
Y se me ahonda tanta perspectiva
Que del confín apenas sigue viva
La vaga imagen sobre mis espejos.

Aun vuelan, sin embargo, los vencejos
En torno de unas torres, y allá arriba
Persiste mi niñez contemplativa.
Ya son buen vino mis viñedos viejos.

Fortuna adversa o próspera no auguro.
Por ahora me ahínco en mi presente,
Y aunque sé lo que sé, mi afán no taso.

Ante los ojos, mientras, el futuro
Se me adelgaza delicadamente,
Más difícil, más frágil, más escaso.

clip_image001[4]

MUERTE A LO LEJOS

Je soutenais l'éclat de la mort toute pure.

VALÉRY

Alguna vez me angustia una certeza,
Y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
Del arrabal final en que tropieza

La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
Si la desnuda el sol? No, no hay apuro
Todavía. Lo urgente es el maduro
Fruto. La mano ya lo descorteza.

...Y un día entre los días el más triste
Será. Tenderse deberá la mano
Sin afán. Y acatando el inminente

Poder diré sin lágrimas: embiste,
Justa fatalidad. El muro cano
Va a imponerme su ley, no su accidente.

clip_image001[5]

INFERNO

Ma tu perché ritorni a tanta noia?

Dice Virgilio a Dante, "Inferno", I, 76.

Los destructores siempre van delante,
Cada día con más poder y saña,
Sin enemigo ya que los espante.
Triunfa el secuestro con olor de hazaña,
Que pone en haz la hez del bicho humano.
Ni el más iluso al fin la historia engaña.
El infierno al alcance de la mano.

clip_image001[6]

  DESNUDO

Blancos, rosas... Azules casi en veta,
      retraídos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
      de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
      se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
      una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
      de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
      las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
      se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
      colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
      del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
      ¡Oh absoluto presente!

clip_image001[7]

jueves, 11 de noviembre de 2010

MIGUEL HERNANDEZ

 
Canción del esposo soldado


He poblado tu vientre de amor y sementera
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torrres, alta luz y ojos altos,
esposa de piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mi dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al mas leve tropiezo
y a reforzar tus penas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una loca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garra.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un dia iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y de brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

Elegía a Ramón Sijé - Miguel Hernández

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.



Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.


Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las ladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

(El rayo que no cesa)

RAFAEL ALBERTI


Si mi voz muriera en tierra

llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.

Llevadla al nivel del mar
y nombardla capitana
de un blanco bajel de guerra.

¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!

..................................



El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste
del mar?

En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste
acá?

.........................................
Madre, vísteme a la usanza...
...la blusa azul, y la cinta
milagrera sobre el pecho.
J. R. J.



—Madre, vísteme a la usanza
de las tierras marineras:
el pantalón de campana,
la blusa azul ultramar
y la cinta milagrera.

—¿Adónde vas, marinero,
por las calles de la tierra?
—¡Voy por las calles del mar!



De: Marinero en tierra





La niña que se va al mar

¡Qué blanca lleva la falda
la niña que se va al mar!

¡Ay niña, no te la manche
la tinta del calamar!

¡Qué blancas tus manos, niña,
que te vas sin suspirar!

¡Ay niña, no te las manche
la tinta del calamar!

¡Qué blanco tu corazón
y qué blanco tu mirar!

¡Ay niña, no te los manche
la tinta del calamar!


Rafael Alberti

FEDERICO GARCÍA LORCA

LA CASADA INFIEL


Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quién soy.
Como un gitano legítimo.
La regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río


Romance Sonámbulo




Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

--Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
--Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
--Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
--¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA - GREGUERÍAS

Lo que defiende a las mujeres es que piensan que todos los hombres son iguales, mientras que lo que pierde a los hombres es que creen que todas las mujeres son diferentes.


El amor nace del deseo repentino de hacer eterno lo pasajero.

Los que matan a una mujer y después se suicidan debían variar el sistema: suicidarse antes y matarla después.

Los globos de los niños van por la calle muertos de miedo.

El bebé se saluda a sí mismo dando la mano a su pie.

¿Y si las hormigas fuesen ya los marcianos establecidos en la Tierra?

La gallina está cansada de denunciar en la comisaría que le roban los huevos.

Lo peor del loro es que quiera hablar por teléfono.

Eso de creer que el loro no sabe lo que dice es no querer ofender, pero el loro nos mira cuando nos insulta.

Respetamos ese insecto que se pasea por el frutero porque es el que ha becado el campo para que vea la ciudad.

El sueño es un depósito de objetos extraviados.

El que está en Venecia es el engañado que cree estar en Venecia. El que sueña con Venecia es el que está en Venecia.

Los recuerdos encogen como las camisetas.

Al ver el anuncio de "6 vueltas" en el aparato de feria nos ha parecido que la vida no es más que eso, "X vueltas".

No hay que tirarse desde demasiado alto para no arrepentirse por el camino.

La prisa es lo que nos lleva a la muerte.

En cada día amanece todo el tiempo.

El más sorprendido por la herencia es el que tiene que dejarla.

Por los ojos nos vamos de la vida.

Nos sorprende ver en la tienda de antigüedades la taza en que tomábamos el café con leche cuando eramos niños.

Es sorprendente cómo se mete la fiebre en el tiralíneas del termómetro.

Astrónomo es un señor que se duerme mirando las estrellas.

La medicina ofrece curar dentro de cien años a los que se están muriendo ahora mismo.

En lo que más avanza la civilización es en la perfección de los envases.

El ventilador debía dar aire caliente en invierno.

Los ceros son los huevos de los que salieron las demás cifras.

Un país donde los que juegan al toro siempre encuentran quien haga de toro es un país paradójico progresivo.

La historia es un pretexto para seguir equivocando a la humanidad.

En las grandes solemnidades llenas de personajes uniformados parece que hay algunos repetidos.

Me gustaría pertenecer a esa época del futuro en que la historia tendrá doscientos tomos, para ver cómo se la aprenderán los niños.

No confiéis demasiado en vuestro propio corazón, porque él os fallará en definitiva.

No importa que nuestro vaso sea pequeño, pues lo importante es que la botella esté llena.

No debemos ser cómplices ni de nosotros mismos.

A un mentiroso sólo lo cura un sordo.

La popularidad es que nos conozcan los que no conocemos.

La mayor ingenuidad del novel círculo literario es el nombramiento de tesorero.

El lector -como la mujer- ama más a quien le ha engañado más.

Al cine hay que ir bien peinado, sobre todo por detrás.

No hay nada que desoriente tanto como un número de teléfono que hemos apuntado y que no sabemos a quién pertenece.

Hay tipos a los que es tan difícil sacarles una idea de la cabeza como el tapón que se ha hundido en la botella.